jueves, 1 de noviembre de 2007

SOLDADO

SOLDADO


Foly Galán

... A la memoria de mi tía-abuela Sara Aparicia Compañ Marrero...
... Y para "Sor Carmen" por seguir fielmente mis relatos con tanto interés...

Capítulo 1º
DE JOSÉ A JOSÉ

... Una modesta lápida de piedra y mármol, inmortaliza el fallecimiento, en el año 1992, de un anciano madrileño sin familia ni descendencia alguna, al que el azar, la casualidad, o la inevitable causalidad de la vida, le marcaría su destino en el trágico mes de julio de 1936, cuando ingenua e inocentemente, siendo tan sólo un joven adolescente, ayudó a un soldado prófugo que supuestamente era perseguido por ser el testigo involuntario del asesinato de un teniente de la guardia de asalto, perteneciente al cuartel de Pontejos, en la capital de España.
... Ricardo tenía catorce años de edad y, aquel día, regresaba andando a su casa después de haber realizado el encargo de su madre de llevar un pedido de comestibles, al domicilio próximo de una clienta, asidua del negocio de ultramarinos que la familia del joven poseía desde hacía varias generaciones. Eran las diez y media de la noche aproximadamente, cuando el muchacho escuchó un repentino y gran alboroto en la calle adyacente y, a continuación, pudo ver a un hombre uniformado, que corría como si huyera de alguien, para acabar refugiándose en el estrecho callejón contiguo al zaguán de la vivienda del chico.
... Cuando Ricardo fue a entrar en su domicilio, aquel hombre se apresuró a colarse con él en el interior del zaguán, pidiéndole que por favor le dejara ocultarse allí. Confesó que le perseguían para matarlo, porque acababa de ser testigo de un asesinato en plena calle; luego, aseguró que tan pronto como pasara el peligro se marcharía, pero necesitaba vendarse una herida de bala, que le había atravesado su brazo izquierdo, y cambiarse de ropa: su uniforme militar le delataba demasiado. Al parecer, era un soldado de infantería que pasaba unos días de permiso en Madrid.
... El muchacho le permitió al desconocido ocultarse en la trastienda del comercio de su madre y, tras esperar a que ella se durmiera, le llevó a su eventual protegido vendas para su herida y algunas prendas de ropa que habían pertenecido a su difunto padre; las cuales permanecían guardadas en un viejo baúl en el trastero de la vivienda, a la espera de que el joven creciera algunas tallas más y pudiera usarlas. Tan sólo unas horas más tarde, después de que Ricardo despidiera a su refugiado, varios guardias de asalto secuestraban de su domicilio a un tocayo del teniente fallecido y le disparaban dos veces en la nuca dentro del mismo vehículo en el que le transportaban; era la presunta venganza tramada por los camaradas del teniente asesinado: un José por otro José.

Capítulo 2º
TIRO PORQUE ME TOCA

... El joven madrileño jamás le llegó a contar a nadie lo sucedido y tampoco volvió a tener nunca noticia alguna sobre aquel hombre al que había ayudado. Los años siguientes pasarían dolorosamente para él, marcados por la absurda guerra civil que asolaría a su país, y que precipitaría la repentina muerte de su madre, dándole vida a la posterior soledad que le acompañaría durante el resto de su existencia; hasta que en el verano de 1986, las vueltas del destino o de la vida, le recordaron que por aquella acción que realizó en el pasado, su futuro estaba soldado al de una familia que no habría podido disfrutarlo si no hubiera sido por él.
... Aquel soldado al que Ricardo ocultó en la trastienda del negocio de ultramarinos de su madre, en aquella determinante noche del día 12 de julio de 1936; que desencadenaría uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de España y que, muy posiblemente, serviría como detonante para la segunda guerra mundial; milagrosamente, había logrado salir del país y sobrevivir en el exilio hasta el año 1982, en que regresaría a su país natal, acompañado por su esposa francesa y por los tres hijos fruto del matrimonio nacidos en Francia. Le habían diagnosticado cáncer y no quería morirse sin satisfacer su deseo de buscar a aquel muchacho al que pensaba sinceramente que le debía la vida. Quería encontrarlo para agradecerle en persona lo que en el pasado había hecho por él; pero, lamentablemente, un año y medio después fallecería víctima del cáncer en Madrid, sin haber alcanzado aún su noble meta.
... Pero el deseo del soldado fue respetado por sus familiares, que no abandonaron la búsqueda de Ricardo, e irónicamente el día 12 del mes de julio del año 1986, exactamente cincuenta años después, los tres hijos del soldado, pudieron encontrarse al fin con el hombre al cual su padre y ellos también, indirectamente, le debían la vida. Emotivamente, los tres jóvenes le agradecieron a Ricardo que en el pasado ocultara y ayudara a aquel desconocido, haciendo posible que pudiera huir y salvar su vida; y gracias a eso darla a sus tres hijos posteriormente unos años después, los cuales acogerían a Ricardo como a uno más de la familia, evitándole que pasara los últimos días de su vida completamente sólo como estaba hasta entonces.
... Ahora, bajo la regia y tambaleante sombra que proyectan los cipreses del cementerio madrileño al atardecer, alguien ha hecho grabar un escueto epitafio en la modesta loza de mármol que recuerda la memoria de uno de esos incontables pequeños héroes anónimos de la guerra civil española, de los que nadie ha escuchado hablar jamás hasta el momento; y gracias a los cuales existen muchísimas menos muertes que lamentar. Dicho epitafio está escrito en idioma francés, pero traducido al castellano, textualmente, dice así: "te debemos la vida, Ricardo".

Fin

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