domingo, 19 de enero de 2014

Sandalias de tacón

Octubre 2013

 Sandalias de tacón
 Foly Galán

Capítulo 1: Abraham

  Mi primer recuerdo es de que cuando éramos pequeños y mis hermanos y yo, saltábamos encima de las camas, o correteábamos por los pasillos de casa calzando los zapatos de tacón alto de mamá; era algo totalmente inocente, típicas cosas de niños, por supuesto no había nada sexual en aquellos juegos y siempre, culminaban con alguna reprimenda maternal: -¬Malditos críos, me acabarán rompiendo todas las sandalias de tacón- Se quejaba la pobre mujer, que soñaba con tener una hija y acabó pariendo cinco hijos varones, incontrolables e incansables, que frustrarían su deseo de seguir buscando la niña por temor a que le saliera otro macho. Pero pasaron los años y al llegar a la pubertad, mi fijación por los tacones altos y los vestidos sexis, se tornó en algo secreto y excitante, que ahora ocultaba con celo a mis hermanos y al mundo entero. Y en la intimidad de mi dormitorio, dejaba de ser él para ser ella, fantaseando con franquear algún día aquellas cuatro paredes que me protegían de “el qué dirán”.

Capítulo 2: Silvia

  Creo que mi primer recuerdo es ver a mis hermanas mayores, coquetas y promiscuas, vistiéndose y maquillándose para salir a bailar con sus novios fugases; se contoneaban alzadas sobre aquellos tacones enormes cómo si pretendieran estar a la altura de los dioses. La verdad, nunca me atrajeron en absoluto sus rituales de belleza o sus atuendos escotados y provocativos; me sentía mucho más cómoda y feliz con los hijos varones de nuestros vecinos, jugando al futbol en la calle en lugar de estar peinando muñecas. Jamás he sentido interés por estereotipar mi sexo vistiendo de forma femenina o destrozar mis pies con ese tipo calzado. Mi padre decía que yo era su consuelo: añoraba no haber tenido ningún hijo varón, pero conmigo podía compartir las mismas cosas que con un niño. Sin ir más lejos, antes de nacer yo, papá no tenía quién le acompañara al estadio para abuchear a los árbitros hasta quedarnos afónicos. La mayoría de las actividades que el pobre hombre adoraba, resultaban tediosas para mi madre y mis hermanas, pero yo en cambio, disfrutaba.

… Fin…